Josep Maria Carbonell acaba de publicar un muy buen artículo en 'Catalunya Religió' titulado: "El PSOE y la bandera del laicismo". Es un buen artículo, a mi juicio no sólo por lo que dice, sino por tener la valentía de decirlo. Por lo que se ha visto y escuchado últimamente dentro del partido socialista obrero español hay una tendencia creciente que quiere volver a la doctrina antirreligiosa que desde la época del Felipe González parecía superada.
Durante muchos años desde la izquierda se quería imponer la visión que querer un mundo más justo y una economía más redistributiva iba religado a negar toda espiritualidad, especialmente la espiritualidad cristiana.
Muchos fueron más lejos y confundieron iglesia católica con cristianismo o incluso con espiritualidad. A éstos, su anticatolicismo les llevó a no saber, o no querer, distinguir y pusieron todas las espiritualidades en el mismo saco con la voluntad de llenarlo de piedras y tirarlo al mar. Sencillamente, pretendían hacer desaparecer no sólo a la Iglesia Católica, sino toda experiencia religiosa. Como es obvio, querer ir en contra del sentido de la vida no lleva a ningún lado y el experimento fracasó estrepitosamente.
Desde el realismo político se empezó a saber distinguir que la fe no es incompatible con ser de derechas, de centro o de izquierdas.
La fe es una experiencia de transformación interior que da sentido a la vida, más allá de la percepción o la ideología política que cada uno haya escogido.
La naturaleza humana nos lleva demasiadas veces, desde las confesiones o desde la Iglesia, a abandonar el terreno de la política para entrar en el terreno del partidismo político. Cada vez que así se ha hecho no sólo nos hemos equivocado, sino que hemos alejado a mucha gente de la experiencia de la fe.
La misma naturaleza humana ha llevado a los partidos políticos, de la derecha o la izquierda, a querer monopolizar la aceptación o el rechazo de la fe. Cada vez que así lo han hecho han cohesionado más su militancia pero se han alejado de buena parte de su electorado, de aquella parte que ha querido mantener su fe por encima de su ideología.
Para mucha gente de fe la ideología no está por encima de la experiencia religiosa sino todo lo contrario: la experiencia religiosa está por encima de cualquier otro valor social.
Hasta que esto no se entienda y se aplique esta verdad, las confesiones perderemos membresía y los partidos políticos perderán votantes.
La mejor manera de resolver esta cuestión es que todos hacemos política, porque somos seres sociales, pero que todos evitamos hacer partidismo, política de partido, para evitar caer en el sectarismo -del que todos afirman querer huir-.
Un año más todos los protestantes nos reunimos el 31 de octubre para celebrar el día de la Reforma Protestante. O mejor dicho: el día en que simbólicamente se inició la Reforma Protestante. Sin duda, una fecha para recordar sea cual sea nuestra fe y, incluso, para aquellos que dicen no tener ningún tipo de fe religiosa.
Todavía hay mucho desconocimiento por una gran parte de nuestra sociedad sobre lo que significó la Reforma Protestante en el seno de la Iglesia de aquella época y lo que ha significado hasta el día de hoy, tanto a nivel de espiritualidad como a nivel social.
La Reforma no sólo significó una mirada diferente de entender a Dios, sino que significó una mirada diferente de entender la fe cristiana.
La edad media llevó a la Iglesia todo el sistema penitencial que a principios del siglo XVI proponía la redención de nuestros pecados no sólo mediante las obras, sino gracias a la generosidad del bolsillo. Cuantas más indulgencias se compraran con dinero más perdón conseguiría.
Esta mercantilización de la salvación generó un bache de tal dimensión en el corazón de Lutero, y de buena parte de la gente que le rodeaba, que fue el calor que atizó el fuego reformador.
Lo que Lutero puso sobre la mesa, en su lectura del texto paulino a los Romanos, fue que la salvación sólo dependía de nuestra fe, que nada que pudiéramos hacer nos abría la puerta del corazón de Dios excepto la aceptación del camino ya establecido: creer en Jesús.
Parecía, y parece, una respuesta sencilla. Tan sencilla que para algunos representa una dificultad poder aceptarla.
La Reforma Protestante fue un llamado a depositar nuestra fe en Jesús.
Es la misma llamada que hoy presenta el mensaje reformado: creer en Dios es cuestión de fe. De fe en Jesús.
Hasta ahora la buena noticia era que el Culto de Navidad de la Iglesia Protestante era retransmitido por TVE. Ahora, a esta buena noticia, hay que añadir una segunda buena noticia: El Culto de la Reforma también se retransmitirá, y en directo, por TVE.
Creemos que estas dos buenas noticias se deben conocer y deben celebrarse. Cuando estamos muy cerca de la celebración del V Centenario del inicio de la Reforma Protestante, el 31 de octubre del año 2017, TVE muestra su sensibilidad por la pluralidad religiosa y pone en antena dos retransmisiones de espiritualidad protestante.
La noticia tiene un doble valor. En primer lugar, porque demuestra lo que ya se ha dicho de sensibilidad con la espiritualidad protestante pero lo más importante, en segundo lugar, porque lo hace con una iniciativa que da sentido a una televisión pública.
Es evidente que, en un entorno de creciente secularismo, hacer propuestas de programación de ceremonias religiosas no hace subir los índices de audiencia pero es precisamente por esta razón que existe la televisión pública: para recoger otras sensibilidades sociales que no son las respuestas pedidas por los índices de audiencia.
Muchas felicidades a las personas que han trabajado años y años para conseguirlo.
Muchas felicidades a los directivos de TVE para esta muestra de sensibilidad.
Y ahora nos toca a la audiencia sentarse delante de nuestro televisor el día en que sea retransmitido el Culto de la Reforma Protestante.
Este último fin de semana un buen grupo de Iglesias Evangélicas de Cataluña han salido la calle, a pesar de que la lluvia no ha ayudado, para demostrar su solidaridad con la Iglesia Perseguida de Irak y de Siria.
Con varias pancartas, donde se podía leer "Basta de perseguir cristianos" y con la letra "N", de nazareno- para identificarse con Jesús el Nazareno, se ha querido hacer llegar a los gobernantes una pública demanda para que actúen a favor de estos cristianos.
También se ha querido hacer llegar a estas víctimas el mensaje de que no están solos.
Y, por último, se ha querido hacer un llamamiento a la sociedad catalana, que siempre se ha mostrado tan solidaria con los oprimidos y perseguidos, para que también muestre su solidaridad con la Iglesia Perseguida.
Las concentraciones, las pancartas y las ofrendas que se han levantado este domingo a favor de los cristianos de Irak y de Siria perseguidos por su fe nos deben hacer reflexionar sobre nuestro sentido de ser Iglesia.
La Iglesia de Jesús no somos sólo los que nos reunimos cada domingo en la misma Comunidad Local. Ni tampoco somos sólo los que nos reunimos bajo una misma familia denominacional. Somos Iglesia todos aquellos hombres y mujeres que nos reconocemos seguidores y seguidoras de Jesús en privado y en público, en los buenos y en los malos momentos, cuando el viento sopla a favor y cuando sopla en contra.
Y ser Iglesia es también llorar cuando nuestros hermanos y nuestras hermanas lloran.
Hoy lloramos por nuestros hermanos y hermanas de la Iglesia Perseguida. Y hoy oramos para que Jesús seque nuestras y sus lágrimas. Pero, especialmente, oramos para que Jesús consiga detener a los que son los causantes de su persecución.
A los europeos nos gusta mirar el mundo mirándonos a nosotros mismos. Creemos que lo que nos pasa a nosotros es lo que ocurre en el resto del mundo. Y, una vez más, los europeos o algunos europeos -para evitar generalizaciones- nos equivocamos.
Es cierto que la Iglesia Luterana Alemana y que la Iglesia Católica del mismo país, por citar un ejemplo contrastado, cada año pierden unos 120.000 miembros cada una de ellas. Pero también es cierto que el cristianismo crece a un ritmo sorprendente incorporando cada día cerca de 90.000 nuevas personas.
Esta vitalidad cristiana no es exclusiva de una de sus ramas, sino que abarca su totalidad. Cada día hay 43.000 nuevos protestantes en el mundo, 35.000 nuevos católicos, 5.000 nuevos ortodoxos y 4.000 nuevos anglicanos.
Para aquellas personas a las que les gusta rebajar las estadísticas podemos descontar de las referencias anteriores un 10 o un 20% pero, sea cual sea la cifra que decidan escoger, lo cierto es que nadie puede dudar de la vitalidad actual del cristianismo.
En cifras absolutas dicen las estadísticas que en el mundo hay unos 1.200 millones de católicos, cerca de 800 millones de protestantes, unos 275 millones de ortodoxos, 90 millones de anglicanos y unos 35 millones de otros cristianos.
En total hay en el mundo unos 2.325.000.000 cristianos y unas 4.131.000.000 personas que profesan otras religiones las cuales, en su mayoría, también crecen.
¿Qué quiero aportar con estas estadísticas?
Primero, quisiera dejar constancia de la vigencia de la espiritualidad en nuestro mundo.
Segundo, también quisiera contribuir a aclarar que la parcial desafección cristiana de los europeos es un fenómeno regional y no global.
Tercero, hay que constatar que en este momento histórico, y no siempre ha sido así tal como demuestra la historia de las misiones, una parte bastante significativa del protestantismo experimenta un crecimiento espectacular.
Toda esta realidad espiritual debería ayudarnos a los creyentes a vivir nuestra propia fe