martin luteroUn año más todos los protestantes nos reunimos el 31 de octubre para celebrar el día de la Reforma Protestante. O mejor dicho: el día en que simbólicamente se inició la Reforma Protestante. Sin duda, una fecha para recordar sea cual sea nuestra fe y, incluso, para aquellos que dicen no tener ningún tipo de fe religiosa.

Todavía hay mucho desconocimiento por una gran parte de nuestra sociedad sobre lo que significó la Reforma Protestante en el seno de la Iglesia de aquella época y lo que ha significado hasta el día de hoy, tanto a nivel de espiritualidad como a nivel social.

La Reforma no sólo significó una mirada diferente de entender a Dios, sino que significó una mirada diferente de entender la fe cristiana.

La edad media llevó a la Iglesia todo el sistema penitencial que a principios del siglo XVI proponía la redención de nuestros pecados no sólo mediante las obras, sino gracias a la generosidad del bolsillo. Cuantas más indulgencias se compraran con dinero más perdón conseguiría.

Esta mercantilización de la salvación generó un bache de tal dimensión en el corazón de Lutero, y de buena parte de la gente que le rodeaba, que fue el calor que atizó el fuego reformador.

Lo que Lutero puso sobre la mesa, en su lectura del texto paulino a los Romanos, fue que la salvación sólo dependía de nuestra fe, que nada que pudiéramos hacer nos abría la puerta del corazón de Dios excepto la aceptación del camino ya establecido: creer en Jesús.

Parecía, y parece, una respuesta sencilla. Tan sencilla que para algunos representa una dificultad poder aceptarla.

La Reforma Protestante fue un llamado a depositar nuestra fe en Jesús.

Es la misma llamada que hoy presenta el mensaje reformado: creer en Dios es cuestión de fe. De fe en Jesús.

El 1er  registro: en la órbita espacial.

Según los comentarios de los medios soviéticos, durante la órbita, el cosmonauta Gagarin comentó: «Aquí no veo a ningún Dios». Sin embargo, no hay ninguna grabación que demuestre que Gagarin pronunciara estas palabras. En cambio se sabe que fue Nikita Jrushchov -máximo dirigente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (U.R.S.S.) entre 1953 y 1964- quien en cierto contexto dijo: «Gagarin estuvo en el espacio, pero no vio a ningún Dios allí», después estas palabras  empezaron a ser atribuidas al propio cosmonauta. [Refresqué mi memoria en la Wikipedia...].
En mi infancia resonaron por casa estos comentarios. Desde los 5 años en adelante no se borró de mi mente eso que el primer viajero espacial no viera a Dios. Cuando crecí un poco, la frase se volvió provocativa ideológicamente: los americanos capitalistas ingenuos creen en Dios, pero los soviéticos se conducen por la evidencia.

Cambio de registro: en Tarragona.

Cierta ocasión un joven pastor, con el que en tiempos mozos había compartido retiro, reuniones de oración, cena, cultos, canciones propias y ajenas me dijo hablando por teléfono: "¡Vente a Tarragona Llorenç, que Dios está aquí obrando!".

Hace poco se ha celebrado en la ciudad de Barcelona la II Cumbre Interreligiosa Iberoamericana. Este tipo de cumbres son encuentros previos que se organizan antes del encuentro anual de jefes de Estado y de Gobierno de los países iberoamericanos. Su propósito es poner en la agenda de los máximos dirigentes de cada país una serie de propuestas de trabajo que contribuyan a un mayor profundización en las libertades y en el desarrollo económico.

Por segunda vez en la historia se ha considerado que la perspectiva de las Confesiones Religiosas puede ser una aportación significativa a las conclusiones finales de la Cumbre.

La verdad sea dicha es que para el GTER, el Grupo de Trabajo Estable de Religiones, -organizador del encuentro junto con Religions for Peace- ha sido un reto importante organizar este evento y trabajar para llegar a unas conclusiones finales que respondan a la expectativa creada.

Este nuevo espacio de servicio y testimonio debe llevarnos a una profundización en nuestra propia reflexión sobre la parte del espacio público que estamos llamados a ocupar.

Si hace unos años el reto era trabajar para fomentar el diálogo interreligioso y para fomentar el diálogo con la sociedad civil, el reto de hoy en día es ser capaces de poner sobre la mesa propuestas de trabajo con vocación de cambio social.

Ya no basta con decir que queremos dialogar. Hoy en día hay que decir sobre qué queremos dialogar y cuál es nuestra hoja de ruta para este diálogo.

Tal vez por esta razón, en lugar de insistir tanto en el diálogo, lo que hoy tenemos que hacer es empezar a construir el discurso interreligioso. Este no debe ser un discurso en el que debatamos entre nosotros tal y cual cuestión teológica, sino en el que debatamos entre nosotros, desde las respectivas perspectivas de fe, cuáles son las carencias de este mundo que debemos denunciar y cuáles son los caminos que hemos de emprender para enderezar estas situaciones.

El reto es importante porque este discurso interreligioso no puede ser la resultante del pensamiento particular ni de una persona ni tampoco de una confesión, sino que debe ser fruto de un proceso que nos lleve a construir juntos respuestas para aquella parte del mundo a la que podemos aportar propuestas.

El reto nos pilla un poco a contrapié. Las situaciones de crisis que nos rodean, por su gravedad, exigen lo mejor de todos nosotros pero estemos atentos a este reto, no sea que la crisis nos haga perder el necesario discurso interreligioso que entre todos debemos construir.

La TDT ya está entre nosotros y será una invitada que vivirá en casa durante muchos años. Con su llegada, el panorama televisivo ha empezado a cambiar y estos cambios son, sólo, una anticipación de lo que vendrá. Y esto, limitándonos a hablar de la TDT, porque si añadiésemos los cambios que nos aportan, y nos aportarán, las nuevas tecnologías de la comunicación, necesitaríamos otro artículo.
A pesar de que, por razones históricas, en este país no hay una gran presencia religiosa en los medios de comunicación, lo cierto es que en todo este panorama hay una pequeña programación.

El debate que debemos abrir, inicialmente en casa, es preguntarnos cómo podemos garantizar los derechos, que hasta ahora nos ha costado tanto conseguir, para mantener y ampliar la presencia de programas religiosos en la televisión y la radio de titularidad pública de este país.
Si nosotros, que somos los que estamos más directamente implicados e interesados, no abrimos este debate y presentamos nuestras iniciativas, cuando se tomen las decisiones sobre los nuevos canales digitales y las nuevas programaciones no contarán con nosotros.
Como dice la famosa cita histórica: Ahora es el momento, compañeros. Ahora es el momento.

A raíz de la celebración del 20 aniversario de los Juegos Olímpicos Barcelona 92 la ciudad ha revivido, aunque haya sido efímeramente, aquel acontecimiento. Varios canales de televisión nos han permitido viajar en el tiempo para recuperar nuestra memoria histórica. Para muchos, aquellas imágenes emblemáticas de los Juegos han sido una novedad porque o eran demasiado pequeños para recordarlas o, incluso, aún no habían nacido. Para muchos más aún, el recuerdo no sólo nos ha transportado en el tiempo, sino que nos ha llevado a recordar cómo éramos nosotros mismos hace veinte años.

Una de las frases que más se ha repetido y que más se ha recordado es que aquellos fueron los mejores Juegos Olímpicos de la historia.

No seré yo quien lo desmienta, sino todo lo contrario. De lo que yo quiero hablar es de lo que pasó después de los Juegos.

En los Juegos Olímpicos todo está muy cuidado y por esta razón la dimensión espiritual forma parte del evento. En Barcelona, para atender esta necesidad, se construyó el Centro Abraham que cumplió a la perfección esta función, tanto durante los Juegos Olímpicos como durante los Juegos Paralímpicos -que se organizaron a continuación-.

Lo que se puso sobre la mesa en ese momento fue que, una vez acabados los Juegos, el Centro Abraham se transformaría en el símbolo y en el espacio de la pluralidad religiosa de la ciudad.

Por las razones que sean, finalmente el sueño no se concretó. Muchas pueden ser las explicaciones pero la que yo prefiero es creer que aún no era el momento.

Durante estos últimos veinte años han pasado muchas cosas. Entre los muchos cambios que se han producido, hay que poner en valor el nacimiento del GTER, el Grupo de Trabajo Estable de las Religiones, a iniciativa de las propias confesiones.

Hoy, el pluralismo religioso está reconocido en la ciudad hasta el punto de que contamos con un Director General de Asuntos Religiosos para ocuparse de estos asuntos.

Tal vez ha llegado el momento de que de nuevo nos planteemos la necesidad de volver a pensar cómo podría ser el Centro Abraham de la ciudad de Barcelona en el siglo XXI.

No hay prisa pero la ciudad se merece que, ahora que volvemos a hablar de la Barcelona del 92, también hablemos de uno de aquellos sueños que aún no hemos hecho realidad: el Centro Abraham de Barcelona.

Joomla templates by a4joomla